Piedra Angular

Mira a tu alrededor. Ahora mira a tu alrededor conscientemente. ¿Qué logras observar? ¿Te sientes seguro, ansioso, lleno de incertidumbre o simplemente eres indiferente? Piensa acerca de eso. Piensa acerca de cuán desconectado se ve tu alrededor de la realidad en la que vives, o cómo es tu mismo alrededor influenciado por el desorden que estás viviendo.
¿Cómo es posible? El humano es desordenado y complicado. Somos desordenados y complicados. Nadie tiene todo resuelto siempre, y es eso lo que nos da a todos en algún momento un sentir de fragilidad que nos llena de incertidumbre ante este imponente cosmos del cual formamos parte. A vece la única manera de evitar tal incertidumbre es evitar pensar completamente, tratar de escaparse de la realidad; y cuando nos cuesta evitar pensar volvemos a esa realidad que queremos rechazar. Nos gusta el control, pero no podemos mantenerlo. La impotencia es algo inaceptable, ya que queremos ser autosuficientes.
Pero esta es la realidad, no podemos estar totalmente seguros acerca de nada, esto es lo que hace la vida tan complicada. No tenemos el control, y muchas veces ni la menos idea de que estamos haciendo. Escapar de la realidad ya no es suficiente y es una rutina que se torna tan monótona que pensamos que los momentos malos sobrepasan a los buenos. Pero bien, lo último que se pierde es la esperanza, pero… ¿esperanza en qué?  ¿En que de alguna forma mañana será mejor y que el universo conspirará a nuestro favor?, eso es tan ridículo como esperar que al despertar todos tus problemas serán resueltos de la nada, ¿Qué nos queda entonces?
No te definas por lo que miras a tu alrededor, incluso no te definas por cómo te miras a ti mismo. Mejor mira a Jesús, considera a ese carpintero que cambio la historia y la humanidad hace alrededor de 2000 años. Escúchalo cuando dice: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana.” (Mt 11:28-30.) Piensa detenidamente en Él y en como si pones tu fe en Cristo, tus ojos serán totalmente abiertos pues Él es: “… el camino, la verdad y la vida” (Jn 14:6); y ahora que veas, mira que no tienes más que temer en nada, y que tu esperanza está fundamentada en aquel que “ha vencido la muerte.”
Jesús, ese que nos dice como libertador: “…no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús…” (Rom 8:1). Comienza a verlo a través de tu dolor, pues Él: “… aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Flp 2:6) Todo esto, aun conociendo todo lo que le sucedería cuando el salmista declaró: “La piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser la piedra angular.” (Sal 118:22). Es Cristo, la piedra angular en la que debemos poner nuestras esperanzas. Es Cristo, la consumación de todos nuestros anhelos más profundos. Bien dijo el salmista: “Me darás a conocer la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre.” (Sal 16:11)

“Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia.” -Apóstol Pablo.

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